15 minutos de regreso

“¿Si me puedes hacer el favor?”, me preguntaba ella con la sonrisa que aún recuerdo que me hacía. No era la sonrisa secreta que se le escapaba cuando amanecía junto a ella, era la sonrisa traviesa que sacaba para convencerme de hacer alguna de sus picardías. No sé como había llegado a ese lugar… de hecho, no se cuál era ese lugar en el que me encontraba. Aunque era familiar para mí, nunca había estado allí antes. “Claro que te voy a ayudar.” Le respondí sonriendo como si no hubieran pasado meses desde la última vez que hablamos. Como si no estuviera ella al lado de su pareja y como si yo hubiera olvidado las veces que quise odiarla.

¿Por qué tenía que ser un favor de dinero? Fue como la primera vez que la ayudé, pero esta vez sentía mucha seguridad aunque no supiera, qué estaba haciendo. Solo miraba las cífras y pasaba papeles mientras su mascota me distraía. No era una perrita, sino era una cría de gato color dorado. Su porte no era de cualquier gato tradicional, parecía venir de la mitología, como si tuviera sangre de grifo. A pesar de su aparente linaje, no dejaba de ser juguetón. ¿Cuándo había cambiado la perra por el gato? Esperé en silencio mientras jugaba con el gato a que la perra estuviera bien. Tal vez había pasado mucho tiempo desde que estuve en su apartamento, y bastante había cambiado… por eso los rincones y las puertas de ese lugar eran desconocidos para mi.

“¿No te acuerdas de él?” Me preguntó al ver mi rostro que divagaba al jugar con la bestia. “Acuérdate cuando lo adoptamos hace tiempo. No creí que te fueras a olvidar de él cuando decidiste alejarte”, dijo con tono de tristeza. Tal vez guardaba la esperanza que yo recordara aquella criatura. ¡Y la recordé! ¿Cómo me pude olvidar de aquel animal, si era tan valioso para los dos? … Los dos… tal vez fue eso. Los dos ya no existe, solo existen ellos y yo. Agradezco a veces que mi mente sea adaptativa y selectiva, que olvide cosas que me hagan daño y se apegue a aquellas que me hacen fuerte… pero en esta ocación no le agradezco sino que la maldigo… ese recuerdo era precioso para mí y no debía ser olvidado. Confundido no logro estar seguro de si los recuerdos que tengo de ella, el animal y yo son verdad, o son creados por ese sentimiento de nostalgia al cual soy adicto.

Continúo revisando los papeles y me doy cuenta de lo que estoy haciendo. Era el fondo de ahorros que teníamos, y entiendo que ella quiere ahora su parte. No le pregunto por qué la quiere, porque su respuesta debe incluir a su pareja quien había estado en silencio todo el tiempo. Qué persona tan afortunada debía ser, y por eso la envidié en ese momento. “Ya quedó”, le digo sonriendole a ella e ignorando a su pareja. Siento mis manos sucias al acabar de cerrar los papeles, por lo que me dirijo al baño para darme cuenta de que no está donde solía estar. ¿Por qué insisto en creerle al sentimiento de familiaridad que me da este lugar?

“¿Qué buscas?” me pregunta alguien. “El baño”, le contesto al darme vuelta para ver quién es. Veo al lado mío a una mujer, que quise borrar de mi vida. Era su amiga, la que nunca me dio buena espina y nunca quise ser parte de su vida. “Está detrás de este mueble”, me contesta al empezar a empujar el bifé que obstruía una puerta. ¿Pero quién pone un mueble para obstuir el baño de las visitas? ¿Es que ya no reciben visitas a menudo, y tienen tantas cosas que no tienen dónde ponerlas y bloquear el acceso a un baño inutilizado es el mejor lugar que pudieron encontrar para colocar ese mueble? Ayudo a despejar el acceso al baño y mientras me lavo las manos converso, obligado por la situación, con la amiga.

Como raro, todo es como si no hubiera pasado nada después de tantos años y corroboro que no quiero a esa persona en mi vida. Todo es estático, aunque haya cambiado el apartamento, aunque esté con otra pareja. Mis sentimientos son los mismos, las personasen ese apartamento, excluyendo a su pareja actual la cual no conozco, siguen siendo las mismas personas. Por eso al huír de ese lugar de forma lenta y calmada para no mostrar mi desespero al estar en ese lugar, me alegro al mantener la esperanza de que ella todavía me quiere y que algún día se le escapará hacia mí aquella sonrisa secreta.

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